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El Kremlin de azúcar de Vladímir Sorokin

El Kremlin de azúcar de Vladímir Sorokin constituye una distopía política ambientada en 2028 que Editorial Acantilado publica en traducción de Jorge Ferrer. La novela presenta una Rusia «neomedieval» donde hologramas y robots conviven con estructuras feudales que dividen la población entre señores y siervos, opríchniks y oprimidos.

La trama se articula alrededor de figuras comestibles del Kremlin distribuidas durante las vacaciones navideñas en la Plaza Roja. Estos dulces solubles pasan de mano en mano a lo largo de quince capítulos, atravesando todos los estratos sociales rusos. Sorokin construye «un relato de relatos» que funciona como enciclopedia del alma rusa y retrato de los avatares del país.

Vladímir Sorokin (Bykovo, 1955) desarrolla una narrativa posmodernista, conceptual y subversiva que no tenía cabida en la Rusia soviética oficial, por lo que sus primeras publicaciones aparecieron en París. Formado en la vanguardia moscovita de los años 80, fue pintor antes de dedicarse a la escritura. Tras publicar Goluboye salo (Manteca de cerdo azul) en 1999 y El hielo en 2002, fue perseguido por el gobierno ruso.

La crítica sitúa a Sorokin en la tradición de Rabelais, Swift y Hašek. Su método consiste en exagerar la realidad para revelar su carácter ideológico y socialmente construido. En El Kremlin de azúcar retrata beatos elevados con cuerdas para ver el futuro, cómicos que interpretan canciones tradicionales, prisioneros políticos castigados con varas empapadas en salmuera, estudiantes, policías secretos, artesanos y disidentes.

El autor, galardonado con el Premio Andréi Bely en 2001 por sus «excepcionales aportaciones a las letras rusas» y el Premio Liberty en 2005, construye una obra que funciona como realismo social mediante la exageración. La novela se lee como crítica mordaz y clarividente de la deriva autoritaria rusa contemporánea.

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