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La memoria como herida y salvación en Rosa Estremera

 

Rosa Estremera construye en Herida propia un mosaico autobiográfico que bascula entre la evocación de la infancia, la reconstrucción de la genealogía femenina, la celebración del amor y la constatación de las heridas que deja el tiempo. Es un texto híbrido —a caballo entre la poesía en prosa y la narración lírica— donde la autora no se esconde: se expone con franqueza y ternura, reivindicando la palabra como refugio y como cicatriz.

El libro comienza con el nacimiento, y a partir de ahí el relato se despliega en círculos concéntricos que van del yo a la madre, de la madre a la abuela, y de la abuela a las mujeres de la historia. La autora convierte lo personal en universal: la abuela huérfana, marcada por la guerra y el hambre, simboliza a tantas mujeres silenciadas, mientras que la madre encarna la resiliencia del cuidado. Hay aquí una voluntad de homenaje, pero también una conciencia crítica sobre la dureza de la tradición y la transmisión intergeneracional del dolor.

El texto avanza hacia la educación sentimental, donde aparecen los primeros amores, la desilusión, la traición, la pasión y, finalmente, la madurez del encuentro definitivo. La autora recurre a imágenes cotidianas (el cine, el colegio, las cartas a Peter Pan, los besos robados) para levantar una poética de lo vivido. Su mirada no idealiza: el amor se muestra a la vez como herida y salvación, como naufragio y puerto seguro.

La palabra “herida” atraviesa todo el libro: heridas de infancia, de injusticia, de religión, de pérdida. Estremera no evita la confrontación con la fe: la figura de Cristo aparece no como dogma, sino como símbolo humano de ternura y heroísmo. La experiencia dolorosa con la Iglesia (el episodio del sacerdote que la llama “adúltera”) marca un punto de quiebre, pero la autora transforma la ruptura en un espacio de búsqueda interior y de espiritualidad laica.

El estilo es evocador, cercano al diario íntimo y a la memoria poética. Predominan frases largas, cargadas de imágenes sensoriales (olores, colores, sonidos), lo que convierte cada capítulo en una pequeña cápsula lírica. La voz se mantiene honesta, sin artificios, con un tono que oscila entre la melancolía y la celebración. Quizás en algunos pasajes la abundancia de metáforas y recuerdos dilata demasiado el ritmo, pero esa acumulación también transmite la intensidad de una vida recordada en plenitud.

Herida propia no es solo un testimonio personal: es un relato generacional. Habla de una infancia marcada por la televisión en blanco y negro, los viajes en tren, la disciplina del conservatorio, las fiestas de barrio y las contradicciones de una sociedad española en transición. En ese sentido, la autora convierte su biografía en un espejo en el que muchos lectores pueden reconocerse.

Herida propia es un libro honesto y valiente, donde la autora pone la memoria al servicio de la palabra poética para sanar y dejar constancia. Rosa Estremera logra un equilibrio entre la nostalgia, la denuncia y el canto a la vida. Su escritura se levanta como un puente entre lo íntimo y lo colectivo, recordándonos que todos somos, como dice ella, “herida propia de nuestra historia”.

 

 

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