El verano de Cervantes, o cómo Muñoz Molina se pierde en la Mancha
Hay libros que te entran por los ojos como un viejo amigo que aparece en la puerta con una botella y una historia que no acaba nunca. El verano de Cervantes, de Antonio Muñoz Molina, es uno de esos. No es una biografía al uso, ni un ensayo tieso de academia. Es más bien un diario de un tipo que se ha pasado la vida huyendo de sus demonios a lomos de un rocín flaco, y que ahora, en 2025, decide contarlo todo. Muñoz Molina, ese ubetense que parece haber nacido con un lápiz en la mano y un ojo en la historia, nos regala 448 páginas de pura obsesión cervantina. Y lo hace con la gracia de quien sabe que la literatura no salva vidas, pero al menos las hace soportables.
Imaginadlo: verano de 2015, Muñoz Molina en una depresión de las que te dejan tirado en el sofá, y de repente, Don Quijote como salvavidas. Diez años después, sale este libro, subtitulado Una escritura desatada, que es como decir «aquí va todo lo que me ha pasado por la cabeza mientras releía al manco». No es solo análisis literario; es memoria personal. Recuerda su infancia en Úbeda, Jaén, donde nació en 1956, y cómo las aventuras del caballero andante le calaron hondo, como a tantos. De ahí salta a cómo Cervantes influyó en Melville, Balzac, Joyce, Mann, Twain… Tipos que convirtieron la novela en el arte supremo, en esa máquina de ficciones que nos hace dudar de qué es real y qué no.
Muñoz Molina no se anda con chiquitas. Habla de la locura como resistencia, de cómo las ficciones nos nutren pero también nos trastornan. En esta era de pantallas que hipnotizan más que la imprenta, el mensaje resuena: cuidado con confundir el molino con el gigante. Vincula la Ínsula Barataria con García Márquez y Borges, y cierra con una cita de T.S. Eliot que te deja pensando: el ser humano no aguanta bien la realidad. Es un libro estructurado en bloques –memoria, análisis, reflexión cultural, confesión íntima– que aspira a ser total, como la vida misma, llena de ambigüedades.
El autor, por cierto, no es un novato. Desde Beatus Ille en 1986 hasta Un andar solitario entre la gente en 2018, ha ganado de todo: Nacional de Literatura, Príncipe de Asturias en 2013, asiento en la Real Academia Española desde 1995. Fue director del Instituto Cervantes en Nueva York, y su narrativa siempre ha mezclado lo actual con el pasado, experimentos formales con compromiso histórico. El verano de Cervantes es su zambullida más erudita, una reinvención de la escritura como arma invencible.
En fin, si os pica la curiosidad por Cervantes y no queréis un tocho académico, este es vuestro libro. Muñoz Molina lo escribe como quien conversa en un bar, pero con la profundidad de quien ha vivido mil vidas en las páginas.
Antonio Graña Ojeda
Antonio Muñoz Molina: El Autor
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén, el 10 de enero de 1956. Estudió Historia del Arte en la Universidad de Granada y Periodismo en Madrid. Trabajó como funcionario municipal mientras colaboraba en periódicos locales. Su trayectoria literaria inició con ensayos como El Robinson urbano (1984) y Diario del Nautilus (1985), que recopilan artículos periodísticos.
Publicó su primera novela, Beatus Ille (1986), galardonada con el Premio Ícaro, donde introduce la ciudad imaginaria de Mágina. Siguió El invierno en Lisboa (1987), que obtuvo el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. En 1989, Beltenebros fue adaptada al cine por Pilar Miró. Ganó el Premio Planeta y otro Nacional de Literatura con El jinete polaco (1991). Otras obras incluyen Los misterios de Madrid (1992), Plenilunio (1997, Premio Femina Étranger y adaptada al cine por Imanol Uribe), Sefarad (2001), La noche de los tiempos (2009), Como la sombra que se va (2014) y Un andar solitario entre la gente (2018).
Es miembro de la Real Academia Española desde 1995. Dirigió el Instituto Cervantes de Nueva York entre 2004 y 2006. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013 por su trayectoria. Su narrativa combina tramas actuales, experimentos formales y compromiso con el pasado histórico. Ha reunido artículos en volúmenes como La vida por delante.
El verano de Cervantes: La Obra
El verano de Cervantes, subtitulado Una escritura desatada, se publicó en junio de 2025 por Seix Barral, con 448 páginas. Surge de una vida dedicada a leer Don Quijote de la Mancha, entreverando recuerdos de infancia y primeras lecturas con el impacto en su vocación literaria.
El libro analiza la genialidad cervantina, contextualizando su influencia en autores como Melville, Balzac, Joyce, Thomas Mann y Mark Twain, que consolidaron la novela como forma narrativa suprema. Explora cómo las ficciones afectan la mente humana: la nutren, entretienen y pueden trastornarla al confundirse con la realidad. Esta inquietud resuena en la era digital, donde tecnologías hipnotizan más que la imprenta.
Muñoz Molina escribió durante diez años, partiendo de un diario de lectura en el verano de 2015, durante una depresión que encontró alivio en la relectura de Don Quijote. Alterna memoria personal —como la emoción infantil ante escenas quijotescas— con análisis literario, reflexionando sobre la locura como resistencia y la frontera entre realidad y ficción. Vincula episodios como la Ínsula Barataria con reinterpretaciones en García Márquez y Borges.
La estructura organiza bloques temáticos: memoria, análisis literario, reflexión cultural y confesión íntima. Representa el mundo con ambigüedades y contradicciones, aspirando a una experiencia total. Muñoz Molina destaca la síntesis cervantina de lo real y la mente humana en ficción narrativa. Cierra con la idea de que el ser humano no aguanta bien la realidad, citando a T.S. Eliot. Es una zambullida erudita en Cervantes, reinventando su escritura como arma literaria invencible.