Libros y Lecturas

Viajar con Blasco y con los ojos abiertos

En Ryoko (Diario de un viaje a Japón), publicado por Ediciones Vitruvio, Alberto Infante nos invita a recorrer el archipiélago nipón con una doble mirada: la del viajero contemporáneo y la del escritor que dialoga con la tradición literaria. Su referente es Vicente Blasco Ibáñez, quien en 1923 narró su estancia en Japón dentro de La vuelta al mundo de un novelista. Un siglo después, Infante retoma aquellas páginas como brújula y contrapunto, para confrontar el Japón devastado por el terremoto de Yokohama con el Japón de la globalización, los rascacielos y los trenes de alta velocidad.

Lo que podría haber sido una simple crónica turística se convierte en un ejercicio de memoria cultural y de reflexión sociológica y estética. Infante anota con minuciosidad las impresiones de un exigente viaje de veintitrés días por Tokio, Kioto, Kamakura y los Alpes japoneses, Miyajima, Hiroshima Naosima y Osaka al tiempo que relee a Blasco y lo interpela. El contraste es revelador: donde Blasco veía calles embarradas y casas de madera, Infante describe ciudades subterráneas, barrios ordenados y la silenciosa eficacia de una sociedad que ha elevado la limpieza y la cortesía a valores cívicos.

Uno de los mayores aciertos del libro es la capacidad de entrelazar escenas cotidianas —la búsqueda de un restaurante, la sorpresa ante la sofisticada tecnología de los retretes, la hospitalidad de los anfitriones, la riqueza paisajística y culinaria— con reflexiones de mayor calado sobre la desigualdad de género, los retos demográficos, la tensión entre tradición y modernidad o las incertidumbres sobre el futuro. El tono oscila entre la nota de diario íntimo y el ensayo ligero, lo que dota a la narración de ritmo y densidad a partes iguales.

En su recorrido aparecen, entre otras, referencias a Tanizaki, Ryo Murakami, Amélie Nothomb o Byung-Chul Han, que enriquecen el relato sin recargar el texto. De hecho, la escritura de Infante logra mantener siempre la curiosidad del lector y transmitir las vivencias directas de un viajero a un tiempo culto y muy atento a los detalles.

Más allá de las impresiones y descripciones, Ryoko plantea una pregunta sobre el acto mismo de viajar en tiempos globalizados: ¿qué buscamos cuando nos desplazamos a otro país? ¿La confirmación de nuestros estereotipos o el descubrimiento de lo diferente, de lo inesperado? Infante responde sin dogmatismos, mostrando una sociedad muy compleja que sorprende y desconcierta, pero que también acaba funcionando como un espejo donde vernos reflejados, donde pensar sobre nuestras costumbres observando las costumbres de otros.

En definitiva, Ryoko (Diario de un viaje a Japón) se lee con agrado y ofrece al lector un doble placer: el de la crónica de viaje vivida en presente y el del diálogo con un pasado literario que lo ilumina. Una obra que confirma que viajar, como escribir, es siempre un ejercicio de memoria y de comparación, pero también, si se quiere disfrutar en plenitud, de apertura al asombro. A la postre, lo que una buena guía de viaje debería ser.

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